Las últimas horas que pasó Jesús con sus discípulos antes de ir a la cruz concluyeron con una reunión de oración. El que ora es el mismo Jesús de Nazaret, sin duda alguna el que mas conoce acerca de la naturaleza y las posibilidades de la oración, mas que ninguna otra persona que jamás haya vivido. El tema de la oración es sus discípulos y aquellos que creerían en él, es decir, nosotros mismos. Es mucho lo que podemos aprender de esta oración, hecha en aquellos momentos de tanto peligroso, en que la oposición estaba a punto de echársele encima y la sombra de la cruz pendía, con su enorme peso, sobre él.
Ya hemos examinado algunas de las posibilidades, las prioridades y los peligros de la vida cristiana reflejados en esta oración, pero los seis últimos versículos son los mas extraordinarios de todos. Aquí tenemos lo que podemos considerar como una gran sesión de planificación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y tenemos el privilegio de poder escuchar. En otras palabras, es una cumbre, la más elevada posible, que no se centra en un solo país en concreto o en un continente determinado del mundo, sino que tiene al mundo entero en su punto de mira. No se celebra con el fin de planear una campaña de unos cuantos años o una década o dos, sino que abarca toda la era en la que vivimos, desde la primera venida del Mesías hasta su segunda venida. No tiene que ver solo con unas pocas iglesias locales o con un par de denominaciones en una especie de campaña unida, sino que reúne a todo el Cuerpo del Mesías, a cada uno de los creyentes de todos los tiempos que jamás han vivido o vivirán. En un sentido muy real estos versículos son la clave de la historia, los documentos del programa detallado del programa de Dios para esta edad. He aquí una campaña militar que está siendo planeada y cuyo propósito es volver a capturar este planeta rebelde para Dios.
Hace una serie de años, un mayor del Ejército Británico me enseñó cuáles eran los tres conceptos esenciales de la planificación militar: el objetivo, la estrategia y las tácticas y me explicó además las diferencias entre ellas. El objetivo es la meta, la colina que se desea tomar o la ciudad que necesitan capturar; el blanco hacia el cual todo se dirige, ese es el objetivo. La estrategia es el procedimiento general, el plan general que propone capturar el objetivo y las tácticas son las maniobras concretas mediante las cuales se lleva a cabo la estrategia. Toda campaña militar debe tener una visión de cada uno de estos tres conceptos. Ahora bien, en esta oración de Jesús que, como he sugerido en un mensaje anterior, no fue pronunciada en el silencio del santuario de una catedral, sino que fue realmente pronunciada en un campo de batalla, tenemos estos tres ingredientes de una campaña militar. Esto es algo que podemos ver en estos seis versículos, si los leemos con atención:
En estos seis versículos leemos que en dos ocasiones Jesús afirma con toda claridad el gran objetivo que tuvo siempre ante sí cuando vivió su propia vida aquí en la tierra, y cuando se dispone a marcharse se lo está encomendando a los discípulos. En dos ocasiones enfatiza concretamente lo que Dios pretende realizar: la segunda parte del versículo 21 dice: "...para que el mundo crea que tú me enviaste y de nuevo en la última parte del versículo 23 dice: "...para que el mundo conozca que tú me has enviado. He ahí el gran objetivo. Todo el plan redentor de Dios tiene como meta: al mundo.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo leemos en Juan 3:16 "que dio a su Hijo unigénito para que todo el que en él crea no se pierda mas tenga vida eterna. El punto central de todo el plan es el mundo entero. "Dios amó al mundo algo que a los creyentes les resulta muy fácil olvidar. Olvidando que hubo un tiempo en el que formabamos parte de este mundo, nos sentimos tan inmersos en lo que él está haciendo por nosotros como creyentes que a veces se nos olvida que todavía tiene una meta que va mas allá de nosotros. Es casi como si pensásemos que el programa de Dios acaba con nosotros, que todo su propósito al venir a este mundo y dejarlo por medio de la cruz y la resurrección, fuese el que pudiésemos ir al cielo. Si fuese así, efectivamente, resultaría mucho mas sencillo que colocásemos un tajo de cocina en cada iglesia, y tan pronto como alguien se convirtiese ¡le cortásemos la cabeza! ¡Entonces podríamos estar seguros de que llegarían al cielo sin la menor dificultad! Pero, aparte de los problemas tan graves que nos plantearía esto de cara a las autoridades, está claro, por lo que dicen las Escrituras, que el Señor no pretendía que se realizase de este modo. El nos deja a nosotros aquí para que aprendamos a compartir el doloroso proceso de llevar a Dios a una creación que lucha y que es rebelde y es preciso que nosotros formemos parte de ese proceso para alcanzar al mundo.
Tampoco es que los creyentes estemos aquí esencialmente para mejorar el mundo. En ocasiones nos sentimos tan preocupados por los necesarios cambios sociales que damos la impresión que la iglesia existe con el propósito de hacer del mundo un lugar mejor en el que vivir, pero eso es perder de vista el objetivo, porque toda la imagen de las Escrituras, como vimos en nuestro estudio del Discurso del Monte de los Olivos, es que, sin importar lo que haga la iglesia, como el instrumento de Dios en el mundo, el fin definitivo del mundo será la anarquía y el caos. Acabará exactamente tal y como lo describe Jesús el Mesías, a pesar de los mejores esfuerzos que realice la iglesia y no se pretendió nunca que fuese de otro modo. No, la iglesia no está aquí para mejorar el mundo y mucho menos para salvarlo. No, estamos aquí para una sola cosa. Jesús lo dice aquí: "para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:21b).
La iglesia permanece aquí a fin de que los mundanos puedan sentirse convencidos de:
Que Jesús el Mesías es la auténtica voz de Dios.
Qué él es la expresión autorizada de lo que Dios va a realizar en los asuntos humanos.
Esa es la clave de la historia del mundo y la realidad, la revelación del Dios invisible y, por lo tanto, el único camino del hombre a Dios.
Cuando el mundo se convenza de esto, el resto dependerá de ellos. Nuestra labor, como creyentes en Jesús el Mesías, no es salvar al mundo. Nuestra labor consiste en hacer que sea consciente de quién es y cuando los hombres y mujeres lo sean harán una de dos cosas:
1. O bien le aceptarán y serán salvos o
2. Le rechazaran y continuarán en su estado de perdición en el que el resto del mundo continua existiendo.
Hace mas o menos una semana estuve en una conferencia misionera en Pasadena, en la que una mañana tuvimos un panel de misioneros y de dirigentes de misiones. Una de las preguntas que se hizo fue: "¿Cuál es la definición del Evangelismo Mundial? Se ofrecieron una serie de respuestas, pero la contestación que mas me impresionó fue esta. Un hombre dijo:
"El Evangelismo Mundial es el esfuerzo que se realiza por dar a todo hombre la oportunidad de tomar una decisión inteligente en cuanto a aceptar o rechazar a Jesús el Mesías.
Eso es excelente y es exactamente lo que es el evangelismo mundial. No es un esfuerzo por salvar al mundo, a excepción de serlo en el sentido de aceptar al Mesías, ni de condenarle, excepto en el sentido de rechazar a Jesús el Mesías, pero todo el impacto del propósito de Dios en la historia humana es sencillamente hacer que los hombres sean plenamente conscientes de quién es Jesús el Mesías, "para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:21b), ese es el objetivo.
Por lo tanto, por amor a un mundo confuso y pecador, que se enfrenta con enormes y complejos problemas, los creyentes no deben de intentar ni de llevar a la práctica el aislarse de este mundo. Precisamente estamos aquí para alcanzar al mundo, esa el la meta, es el propósito y el objetivo. No nos atrevemos a vivir nuestras vidas como creyentes, metiéndonos en compartimentos aislados, limitándonos solo a relacionarnos con amigos creyentes nada mas, como si viviésemos en un mundo aislado, desde la matriz a la sepultura.
¡Alguien ha comentado que, a juzgar por lo que sucede actualmente en el mundo, la respuesta cristiana a la crisis mundial es llenar un barco de creyentes, irse a hacer un crucero por el Caribe y escuchar cada mañana a un maestro de la Biblia dar mensajes proféticos!
Pero no es eso, la iglesia existe a fin de alcanzar al mundo, está aquí para ser el instrumento de Dios, mediante el cual penetrar en la vida humana, en todos sus aspectos y a todos sus niveles, por medio del evangelio transformador de Jesús el Mesías, para que los hombres puedan ver que en Jesús el Mesías se halla la auténtica voz de Dios hablándole a los hombres, que en él se encuentra la respuesta definitiva del destino humano y en él nos enfrentamos, cara a cara, con todo lo que es importante y lo relacionado con los asuntos de los hombres.
Ya he sugerido que este es un problema complejo, difícil, incluso doloroso, porque sabemos muy bien, habiendo estado también al otro lado del camino, que las personas mundanas viven sumidas en la confusión y la ceguera, mostrándose sospechosas y sensibles, especialmente en lo que se refiere a los asuntos religiosos.
Le encanta recordarnos lo que considera una de las principales reglas de la vida, no discutir jamás ni de política ni de religión. Esa clase de persona puede ocultarse tras una dura coraza de indiferencia y de sofisticación y ser aparentemente irreprochable, a pesar de lo cual ese hombre es nuestro objetivo.
Sea cual fuere su actitud o defensa, nuestro objetivo es alcanzar a cada hombre y mujer, cada niño y cada niña, dándoles a cada uno la oportunidad de tomar una decisión inteligente de aceptar a Jesús el Mesías.
¿Qué piensa usted hacer al respecto?
Si es ese el objetivo, ¿cuál es la estrategia? ¿Cómo planea Dios llevar esto a cabo? No nos ha dicho cuál es el objetivo para luego dejarnos la estrategia a nosotros. No, también la encontramos aquí. Fíjese en la estrategia divina, tal y como Jesús la expone en el versículo 21:
"para que todos sean una cosa, así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:21)
Fíjese de nuevo en lo que dice el versículo 23:
"Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente unidos; para que el mundo conozca que tú me has enviado... (Juan 17:23a).
Ahí lo tenemos "para que sean perfectamente unidos. Esa es la estrategia mediante la cual Dios pretende llevar a cabo su objetivo.
Están aquellos que nos dicen que esta oración, pronunciada por Jesús respecto a la iglesia "para que sean uno, debe comenzar a obtener respuesta ya, que ha llegado el momento de obtener respuesta a esta oración, después de veinte siglos de que no se haya obtenido, que ha llegado el momento de que nos olvidemos de todas las diferencias y distinciones que nos han separado las diferentes denominaciones y grupos sectarios a lo largo de los siglos y de unirnos para formar una gran organización o unión, pero hagamos primero la siguiente pregunta: "¿Esta dicha oración sin contestar en la actualidad? ¿Es posible que hayan transcurrido veinte siglos antes de que Dios el Padre haya comenzado a responder a esta última petición de Jesús? ¿Es posible que el Consejo Mundial de Iglesias tenga éxito cuando Dios el Padre ha fallado? No, esta oración fue respondida desde el Día de Pentecostés mismo. Esta estrategia no es resultado del esfuerzo humano. Este asunto de convertir a todos los cristianos en uno no depende de nosotros, depende del Espíritu de Dios, que vino con ese propósito. El gran capítulo de Pablo acerca del Espíritu Santo en Primera Corintios establece claramente el hecho de que en su venida se cumplió lo que Jesús pidió en oración. Esta es la estrategia divina mediante la cual el mundo podrá sentirse dispuesto a creer. Todos los creyentes son uno, no en cuanto a unión, sino unidad, hay una diferencia. La unión es un acuerdo exterior, una alianza, formada para ocultar nuestras diferencias por amor a esa fusión y son muchas las que se establecen actualmente. Casi cada mes el periódico lleva un reportaje de grupos denominacionales que están considerando la posibilidad de fusionarse, pero esta es una unión artificial, este unirse para formar una organización, ¿es acaso la respuesta a la oración hecha por Jesús aquí "que todos sean una cosa? La prueba consiste, como es lógico, en preguntar "¿Consigue lo que Jesús dice que se hará realidad cuando la iglesia sea una? En otras palabras, ¿consigue que las personas mundanas crean que Jesús es la auténtica voz de Dios? Debo decir, observando el panorama mundial actual, que existe poca evidencia de que sea este el caso. He observado que cuando las iglesias o las denominaciones se unen (aunque pueda haber mucho de positivo en ello, no me mal interpreten, no estoy despreciando todo lo que esto implica) se crea una estructura de poder amplio y monolítico que veo que hace que los hombres y mujeres del mundo teman a la iglesia como una amenaza a sus propias estructuras de poder, como una fuerza rival en la política y los asuntos mundiales.
Esta unión tampoco consigue crear la unidad. Cuando estuve en Formosa, hace algunos años, me sentí profundamente impresionado por la sorprendente unidad existente entre los misioneros americanos de la isla, a pesar de sus diferencias denominacionales. En la gran conferencia misionera que se celebra una vez al año en Sun Moon Lake, en lo mas alto de las montañas de Formosa, todos los misioneros de la isla (creo que sin excepción) se reúnen para disfrutar un tiempo de comunión. Las denominaciones representadas cubren toda la gama de la vida cristiana actual, desde los menonitas (que aparecen en coloridos uniformes) hasta las iglesias y denominaciones mas liberales, pero lo que realmente me impresionó fue que, al reunirse todos ellos, existía un maravilloso sentido de unidad, de unión en el Señor, creando un ambiente glorioso y celestial. Ahora esa extraordinaria unidad que existe por encima de las diferencias denominacionales se está viendo amenazada, y ¿saben lo que la está amenazando? El esfuerzo realizado por el Consejo Mundial de Iglesias por conseguir que todos se unan. Esa unión está amenazando la unidad en la isla de Formosa, una unidad que ha existido aparte de cualquier esfuerzo realizado por los hombres o por cualquiera de las divisiones o restricciones de los hombres. La unión es una cosa, la unidad es otra muy diferente.
La Unidad, como hemos indicado aquí, es compartir la vida. Eche de nuevo un vistazo al versículo 21:
"para que todos sean una cosa, así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti. (Juan 17:21a)
Esta no es ni una alianza, ni una fusión ni un acuerdo, es compartir la vida.
"que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:21)
"Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente unidos. (Juan 17:23a)
Eso es totalmente diferente, ¿no es cierto? Permítanme, si es posible, expresarlo de otro modo. La estrategia divina, mediante la cual el Señor pretende hacer que el mundo tome consciencia de que Jesús el Mesías está constituyendo una familia en medio del mundo, una vida familiar, una vida compartida, de modo que los hombres y mujeres de toda la tierra, se conviertan, mediante el nuevo nacimiento, en miembros de esa clase de vida, formando parte del círculo familiar, que es tan inconfundible y tan lleno de gozo y cariño que las personas mundanas al observarlo sienten envidia y, como huérfanos desamparados, con las narices pegadas a una ventana, anhelan unirse al cariño y la comunión del círculo familiar. Lo sorprendente es que cuando la iglesia es así no existe más poderoso impulso evangelistico. Este último fin de semana unos cuantos de nosotros estuvimos juntos en un retiro para hombres. La mayoría de nosotros éramos de esta iglesia, pero no todos; había unos cuantos hombres de otras iglesias, que también se unieron a nosotros. Había un hombre que, al pasar el tiempo, dijo que no era creyente todavía y, que yo sepa, fue el único. Nos dijo que estaba amargado en contra de la iglesia y sospechaba de las Escrituras, a pesar de que en su vida se había acostumbrado a adoptar costumbres nocivas que reconocía que no eran aceptables en los círculos cristianos. Vino con sus defensas en alto, habiendo erigido una serie de barreras en su vida, pero era evidente, al ir transcurriendo el fin de semana, que no podía resistirse al cariño de la comunión entre los creyentes y admiraba abiertamente la informalidad relajada del amor cristiano, expresado entre los hombres presentes y no fue de sorprender, por lo tanto, que antes de que el fin de semana tocase a su fin, también él se unió al círculo de la familia de Dios, incapaz de mantenerse alejado, habiéndose esfumado todas sus defensas ante la unidad de los creyentes.
Esta la estrategia divina, la de conseguir que todos los creyentes compartan una vida en una gran familia y, de ese modo, hacer que el mundo, que carece totalmente de ella y la desea ardientemente, mantenga relaciones personales significativas, sencillamente se le haga la boca agua de puro deseo. Esa es la estrategia de Dios.
Pero la unidad resulta difícil de ver. La vida de Jesús el Mesías en el Cuerpo del Mesías es algo invisible y algo debe hacerla visible. ¿Qué ha de ser? Cuando damos en el blanco al respecto llegamos a las tácticas divinas, mediante las cuales Dios tiene la intención de implementar su estrategia. ¿Y cuál es? Jesús nos lo dice en el versículo 22:
"Yo les he dado la gloria que tú me has dado, para que sean una cosa... (Juan 17:22a).
Esto es lo que hace que sean uno. El mundo creerá cuando vea que la iglesia es una y esto es lo que la convierte en una: "la gloria que tú me has dado y yo les he dado a ellos.
Versículo 24:
"Padre, quiero que donde yo esté, también estén conmigo [y esa no es una referencia a la gloria de "algún día, sino que es una referencia a lo que dice Pablo en Efesios 2: "nos hizo sentar en los lugares celestiales], aquellos que me has dado, para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. (Juan 17:24)
Aquí tenemos una gloria, una gloria radiante en la iglesia, que hace que la unidad de los creyentes sea visible. ¿En qué consiste? Jesús es muy concreto:
"Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo daré a conocer todavía, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos. (Juan 17:26).
¡Una gloria que es amor! En otras palabras, la unidad de la iglesia resulta visible cuando los creyentes se aman los unos a los otros, he ahí el secreto.
Al decir esto, hemos descubierto el motivo por el que se produce el fallo de la iglesia, en lo que se refiere a alcanzar al mundo en nuestros días. ¿Por qué estamos presenciando estos ataques tan flagrantes y manifiestos en contra de la fe cristiana? ¿Por qué existe, en nuestros tiempos, una enorme apatía respecto a la autoridad bíblica, ese desinterés indiferente del mundo en general a la hora de escuchar la voz de la iglesia? ¿Es solo coincidencia que las décadas anteriores a esta se caracterizasen especialmente por el conflicto de la iglesia, que durante esos años el mundo fue testigo de cómo los creyentes se lanzaban insultos los unos a los otros, y como se enfrentaban por diferencias teológicas, atacándose ferozmente y sacándole punta a esas diferencias, publicando periódicos y revistas dedicadas a insultarse a acusarse de herejías y a dedicar sus energías a luchar unos contra otros, en lugar de proclamar el Evangelio de Jesús el Mesías? ¿Es de sorprender que el mundo haya hecho oídos sordos a la iglesia? Charles Spurgeon habló acerca de aquellos que normalmente van por ahí con un revolver teológico en sus pantalones eclesiásticos, que aun tenemos hoy entre nosotros. Por eso es por lo que Jesús, reuniéndose con sus discípulos en el Aposento Alto, dijo al pronunciar su última palabra: "Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros. (Juan 13:34). Esa es la clave, que os améis los unos a los otros. ¡Ahí es donde debe comenzar la evangelización mundial! Estas son las tácticas por medio de las cuales se implementa la estrategia divina para alcanzar el gran objetivo "para que el mundo crea que tú me enviaste. Por esto es por lo que Jesús dijo:
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros. (Juan 13:35)
Mas que eso, Juan dice:
"En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. (1ª Juan 5:2)
Todo comienza ahí.
Existe un artículo de gran ayuda en el actual ejemplar de la revista Eternity Magazine por el Dr. Harold England, el pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Berkeley y espero que todos ustedes lo lean. Entre otras cosas extraordinarias que dice, en este sentido, hallamos estas palabras:
¿Suponen ustedes que [la falta de amor] es una clave de nuestra falta de efectividad a la hora de dar a conocer al Mesías en nuestro mundo? La manifestación del amor en la familia de Dios ha disminuido y, como consecuencia de ello, la iglesia ha presentado su imagen al mundo como si se tratase de cualquier otra institución impersonal de nuestros tiempos, aunque esta se especialice en moralidad y adoración pública, en lugar de hacerlo en mercancía o en finanzas, en lugar de presentarse como una familia en la que los miembros se conociesen los unos a los otros, se aceptasen, orasen unos con otros, riesen y llorasen juntos, y todo ello porque existía un verdadero amor entre ellos.
Pero este amor no debe ser solo un sentimiento, ya que no estamos hablando acerca de una expresión piadosa religiosa. Se ha descrito el sentimiento como "un cálido sentimiento del corazón que no se puede rascar. No es eso, sin embargo, no es algo que se usa para ocultar una actitud de aversión. Las Escrituras dicen: "el amor sea sin fingimiento (Rom. 12:9), es decir, auténtico.
Existen tres cualidades esenciales en lo que se refiere al auténtico amor cristiano.
Lo primero es el contacto mutuo y el decir que se ama a otro creyente al que usted no está dispuesto a hablarle no es mas que un cuento chino. Debe de haber un contacto, el deseo de hablar, que no haya indiferencia, que no se aparten el uno del otro. Hay, es verdad, circunstancias concretas y claramente descritas, en las que está en juego la disciplina y en las que los creyentes deben alejarse temporalmente los unos de los otros, pero son, como he dicho, muy específicas y solamente en circunstancias extraordinarias, de lo contrario debemos de amarnos los unos a los otros sencillamente porque somos creyentes, y no debemos de ser selectivos al respecto. No es que debemos amar a "los nuestros a los creyentes pertenecientes a un grupo concreto a los que queremos, a aquellos con los que sintamos que tenemos algo en común. Esa clase de amor es el que manifiesta el mundo. Jesús dijo: "Y si saludáis solamente a vuestros hermanos ¿qué hacéis de mas? ¿No hacen eso mismo los gentiles? (Mat. 5:47). No, debemos de amarlos a todos sencillamente por el hecho de que sean creyentes, aunque sean estúpidos, aunque estén equivocados o aunque sean testarudos. Lo primero es el contacto.
En segundo lugar, el amor genuino, sin fingimiento, representa el interés mutuo, y con eso no quiero decir una especie de reunión superficial, el decir de pasada "¿Cómo le va últimamente? sino el estar dispuestos a escuchar la respuesta. Todo contacto debe caracterizarse por el deseo de ayudar, de compartir, de escuchar, de orar, el estar dispuestos a llevar los unos las cargas de los otros en el Señor y cumplir, de ese modo, la ley del Mesías.
Y en tercer lugar, todo amor cristiano genuino se caracteriza por un sentido mutuo de contribución. Esto implica un reconocimiento de que nos necesitamos los unos a los otros, que no estamos siendo condescendientes cuando nos entregamos de lleno a otro creyente, que nos necesitamos los unos a los otros. Usted tiene lo que otro necesita y atendemos los unos las necesidades de los otros por igual, aunque esos creyentes sean mas mayores o mas jóvenes. Confieso que algunas de las lecciones que mas me han ayudado y que he aprendido las he recibido de algunos que han sido como bebés recién nacidos en el Mesías, con los que he tenido comunión. Ellos me han enseñado mucho, así que nos necesitamos los unos a los otros.
¿Sabe usted una cosa? El hecho mas sorprendente y significativo es que cada uno de los despertares, ya sean pequeños o grandes, a lo largo de todo el curso de la historia cristiana, ha comenzado invariablemente derribando las barreras entre los creyentes. Cuando se han resuelto enemistades de larga duración, cuando se ha pedido excusas y perdón, se han pronunciado confesiones y se han resuelto las aversiones y desacuerdos, las separaciones y los alejamientos entre creyentes, invariablemente se ven seguidos por el hecho de que el mundo que nos rodea se fija y comienza a prestar atención al mensaje cristiano. En eso consiste el amor: en el contacto, el interés y la contribución.
Permitame añadir una sola cosa mas, porque este amor, algo que reconocemos muy claramente en las Escrituras, no es algo que nosotros consigamos solos, es algo que nos ha sido dado. Está en nuestro interior en virtud del hecho de que Jesús el Mesías mora en nosotros, pero no requiere nuestro consentimiento. El Señor está dispuesto a amar a otra persona por medio de nosotros en cualquier momento en que nosotros estemos dispuestos a convertirnos en el canal de ese amor. Cuando nosotros estamos dispuestos a consentir en amar, él está dispuesto a hacerlo. Todo lo que hace que esto sea práctico y que evita que saboteemos la obra del Espíritu Santo en su intento imperioso por alcanzar al mundo exterior, cegado y confuso, es que nosotros demos de buen grado y nos complazca amar a cualquier creyente, en cualquier momento, por amor a Jesús.
He decidido que existe por lo menos un corazón en el mundo que está dispuesto a amar a todas las personas, sin excepción, en las que siento el amor a Jesús el Mesías, el Hijo de Dios, sin tener en cuenta su etiqueta denominacional o su falta de ella, y a pesar de cualquier diferencia teológica de puntos de vista. Estoy dispuesto, teniendo a Dios en mi interior y con su ayuda, a entregarme en amor a cualquier creyente, en cualquier lugar, con el que me encuentre casualmente y en el cual sienta que existe una comunión de amor hacia Jesús el Mesías. Esa es la base de la unidad cristiana.
¿Está usted dispuesto a unirse a mi?
¿Está usted dispuesto ahora a decir, a fin de poder alcanzar al mundo que nos rodea "Señor, enséñame a renunciar a mis prejuicios, a estas separaciones, a estos distanciamientos, a estas actitudes nada cristianas hacia otros hermanos en el Mesías, y haz que esté dispuesto a amarles y a mostrarlo, por amor a Su nombre?
Oración
Padre, tú eres el Dios del amor. Cuando miramos a la cruz de nuestro Señor Jesús, el Mesías, vemos ese amor que ha sido derramado por nosotros. ¡Qué amor tan sublime, que amor que nunca nos abandona, un amor que nos sigue a pesar de nuestros desprecios, un amor que no se da nunca por vencido, inexorable en perseguirnos hasta que nos rendimos, quebrantados, enternecidos por su amor. Señor, esa es la naturaleza y el carácter de ese amor que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. Es precisamente algo tan extraordinario como esto, lo que el mundo espera ver en los creyentes. Padre, es la falta de este amor lo que hace que ellos se aparten de nosotros, que no tengan interés y que se sientan decepcionados. Señor, enséñanos, pues, a amarnos los unos a los otros. Sea lo que fuere lo que pueda significar en términos de nuestras circunstancias personales, Padre enséñanos a amarnos los unos a los otros. Te lo pedimos en el nombre del Mesías, amen.
Título: La Oración por la Unidad
Serie: Estudios sobre la Oración en el Nuevo Testamento
Pasaje de las Escrituras: Juan 17:20-26
Mensaje Nº: 12 Nº de Catálogo: 67
Fecha: 24 de Mayo, 1964
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